5 de diciembre de 2013

El mar me enseñó a bailar

Carmencita permanece impasible y estatuaria, altiva y noble, con indecible nobleza racial, hermética, ausente, inatenta a todo cuanto sucede a su alrededor, solita con su inspiración, en una actitud tremendamente hierática, para permitir que el alma se eleve hacia regiones inaccesibles. De pronto, un brinco. Y la gitanilla baila. Lo indescriptible. Alma. Alma pura. El sentimiento hecho carne. Movimientos de un descoyuntamiento en ángulo recto que alcanza la geometría viva.
Sebastià Gash.

... i jo, que m'he quedat sense paraules, veient el primer work in progress amb duende...